
El delito que De Campos les imputa, sin embargo, excede todo parámetro común: el juez los acusa de ser los supuestos cabecillas de una megaestafa a la empresa Movistar que comenzó en 2010 y duró 7 años con un daño estimado por fuentes policiales en 50 millones de pesos.
El método: un hackeo a la red intranet de la empresa. ¿El botín? Smartphones de alta gama que eran enviados por encomienda y vendidos por internet, precisamente, en la provincia de Tucumán. Para robar los teléfonos, los acusados habrían utilizado empleados falsos que aparentaban ser vendedores de Movistar. Sus nombres eran introducidos en la base de datos de la empresa a través de una técnica llamada SQL injection, que permite introducir códigos informáticos al aprovechar una vulnerabilidad del sistema. Así, recibían el alta como personal de la compañía y la correspondiente autorizaciónpara retirar aparatos, principalmente en la Ciudad de Buenos Aires. Los aparatos luego eran enviados por estos empleados truchos por encomienda hasta Tucumán, donde eran vendidos principalmente a través de plataformas online por al menos uno de los detenidosjunto a su novia. La ironía detrás de todo esto es que estos supuestos agentes de ventas no sabían que eran parte de la estafa. Eran captados, asegura a Infobae una voz cercana al expediente, en sitios web de bolsas de búsqueda de trabajo y hasta recibían un entrenamiento de forma virtual. Los supuestos vendedores fueron quienes se llevaron la mayor parte del daño: las líneas de los celulares sustraídos estaban a sus nombres, generando fuertes deudas.